martes, 18 de septiembre de 2007

Análisis de "El Aleph", de Jorges


He aquí un análisis estructural de mi autoría acerca de la obra paradigmática de Borges. También lo colgué en la Wikipedia, editando un artículo viejo malísimo que sólo recogía el argumento de la forma más burda. Así que si lo ven allí y les sirve, ya saben a quién agradecer.

En este cuento, que se ha convertido en casi un culto, se puede reconocer toda la literatura borgeana, de tal forma que se lo puede designar como el cuento paradigmático de la vasta biblioteca borgeana, abrevando en la ironía, el juego con el lenguaje y la erudición –tanto verídica como apócrifa-. Esto último se deja entrever, por ejemplo en las epígrafes iniciales, en los cuales se cita a Hobbes y Shakespeare, y en la postdata de 1943, en los cuales se hace una supuesta investigación acerca de otros Alephs, citando a autores históricos como Pedro Henríquez Ureña, Burton, Luciano de Samosata y Abenjaldún.

Hacia una interpretación

El cuento ha sido objeto de numerosísimas interpretaciones y trabajos, hecho que lo ha posicionado muy favorablemente en el campo literario, si bien en el caso de Borges, él mismo ya estaba muy bien posicionado allí. Sin embargo, muchos de ellos están muy alejados de lo que dice el texto en sí mismo, y pierden la perspectiva irónica registrada por Borges, perdiéndose en enormes divagaciones metafísicas acerca del posible existencialismo del texto, y cuestiones similares. Una perspectiva quizás más acertada habría que ubicarla por el lado del humor manejado por Borges. Esta lectura se basaría tanto en declaraciones del mismo Borges, en las cuales expresaba la diversión que le había generado escribir el texto, como en el uso satírico del lenguaje de los malos poetas, como el mismo Daneri, que resulta exagerado, pomposo, y de la torpeza explícita de sus personajes y sus sentimientos. Desde todo punto de vista, la obsesión del Borges ficticio con la imagen de Beatriz, su culto hacia ella y su fracaso literario resultan humorísticos por el absurdo. En este punto encajaría también con cierta capacidad de los existencialistas de mostrar un cinismo por el absurdo, de volver risibles situaciones que no lo son (como por ejemplo, el hecho de que Borges renunciara al Aleph por mera venganza). Por supuesto, las lecturas "serias" se verían justificadas por la erudición demostrada por Borges en todo momento, pero también se podría ver como una burla (una de las más usuales de Borges) hacia la credulidad en la erudición, ya que en verdad dentro del cuento mismo y en muchos otros textos, expresa la futilidad de la experiencia del conocimiento humano, y lo ubica como una consrucción. Si el universo es infinito y hay infinitas cosas por conocer, necesitamos un tiempo y una capacidad infinita para asimilarlas. Teniendo un Aleph, que puede transmitir todo el conocimiento imaginable instantáneamente, y mostrando un acto de renuncia hacia él, la erudición misma queda invalidada por la contradicción.

Presenta numerosas posibles interpretaciones, entre ellas la que plantea una lectura desde el existencialismo, basada en la idea de la incapacidad del ser humano de enfrentarse a la eternidad presente en muchos de los cuentos borgeanos, y su lectura y manejo de autores preexistencialistas como Sörem Kierkegaard, Franz Kafka, y Schopenhauer. Las interpretaciones metafísicas están avaladas desde la mera utilización de la letra sagrada Aleph, que podría ser tomada también como una insistencia de Borges como admirador del judaísmo, tema recurrente en él.

Análisis estructural

“El Aleph” contaría con una estructura organizada y bien definida, un paraíso para los Barthes que anduvieran dando vueltas por ahí.

El cuento está narrado en una perspectiva en primera persona particular, en una puesta en abismo en la cual la voz del narrador se identifica con la del autor y la del protagonista del cuento, que se identifica como Borges: “Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges”. Con esta estrategia, Borges pretende, al incluirse en el texto, confrontar al lector con una representación ficticia de sí mismo, con un objetivo preciso y teóricamente desconocido por el protagonista del cuento. Gracias a esta mise-en-abîme, pues, el autor sugiere la indefinición entre los márgenes muy borrosos de lo real.

Los personajes son:

1. Borges, una imagen ficticia, tímida y torpe del mismo autor, que a su vez ejerce la voz del narrador.

2. Carlos Argentino Daneri, un bibliotecario subalterno[1], de prototipo físico y maneras italianas, que se expresa con un gran rebusque lingüístico, confronta a Borges y compite literariamente con él (aunque de forma casi payasesca).

3. Beatriz Viterbo, la “amada trágica” del protagonista. Muerta, ya no representa un obstáculo para su veneración y representación narrativa. Es objeto de la sacralización y del olvido gradual del narrador.

El cuento a la vez está situado temporalmente en un período histórico que va de febrero de 1929 (fecha de muerte de Beatriz), hasta el 1º de marzo de 1943, fecha en la cual se escribiría la postdata, pero estaría enfocado en particular entre el 30 de abril de 1941 y fines de octubre del mismo año.

Contaría el cuento de tres hilos narrativos que se irían entretejiendo pero manteniendo una estructura uniforme. Los tres hilos corresponderían a:

a) La historia de la veneración de Borges por Beatriz Viterbo, que representaría una historia de amor frustrada y a la vez desobstaculizada por la muerte. En ella se haría notar una tensión entre la sacralización y detención temporal con respecto a la relación, y el cambio inevitable que traen los tiempos y el olvido, lo cual finalmente triunfaría. Esta relación funcionaría como el marco para el desarrollo argumental, al propiciar el ritualismo de Borges como la fuente principal de la relación (b)

b) La competencia literaria entre Borges y Daneri. Son, además, rivales amorosos y dialécticos, aunque en verdad sea Borges (el narrador) quien perciba tal cosa, y lo ponga en términos de odio mutuo. Daneri parece más bien apegado a Borges, aunque lo subestime, puesto que le cuenta la desgracia de perder su Aleph. Esto funcionaría también como marco interno para la historia fantástica de (c)

c) El Aleph propiamente dicho, y la experiencia del narrador-protagonista con él. Puesta en escena del enfrentamiento del hombre con el infinito, representada por el “punto que contiene todos los puntos del universo”[2]. Se muestra como un pico de hiperrealidad fantástica; está en el sótano de una casa vieja, y es necesario estar tirado en el suelo para verlo. Es interesante notar cómo un objeto que podría ser digno de culto se encuentra en un ámbito sumamente trivial. Funciona como pie para divagaciones metafísico-filosóficas; se encuentra una idea de la réplica, de lo falso. De hecho, el Aleph de calle Garay, según Borges, no es el verdadero. Este Aleph se vería perdido por causa de la venganza de Borges, quien recomienda campo y soledad a Daneri como médicos. Funcionaría argumentalmente como núcleo de la narración.

La obra estaría estructurada de la siguiente manera a-b-c-b-a[3]. Se irían cerrando abriendo y cerrando los diferentes nudos en orden progresivo, terminando nuevamente con una alusión al inevitable paso del tiempo y la falibilidad del conocimiento humano: “Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz”, frente a la afirmación de voluntad inicial “Cambiarán los años pero no yo”.

Curiosidades:

Neil Gaiman, en su historieta de género fantástico Sandman, “Calíope” hace una referencia casi explícita a el Aleph de Borges, de manos de un escritor enloquecido por un cúmulo enorme de ideas que son la maldición del dios del sueño: "Un viejo de Sunderland que poseía el universo y lo tenía en una jarra de mermelada en la alacena llena de polvo, bajo las escaleras"

En una versión de la historia del [[Golem]], en la [[mitología hebrea]], al escribir la letra aleph en la frente del Golem, éste cobra vida.

Esteban Ruquet


[1] Posible conexión con el sub-sub bibliotecario del prólogo de Moby Dick.

[2] Aleph es la primera letra del alfabeto hebraico, y usualmente se lo configura con Dios o con la Biblia. Es además el origen de la letra griega Alpha, que luego se convertiría en nuestra “a”. Está íntimamente relacionada con lo sagrado.

[3] Si bien en entre el segundo b y a existe una erudición sobre el Aleph, esto quedaría, según mi interpretación, fuera de los márgenes de la narración propiamente dicha, y no serían más que una justificación de la erudición y la venganza borgeana sobre Daneri: se busca disminuir la fuerza fantástica del Aleph de calle Garay aludiendo a otros Alephs más nobles y acaso, verdaderos.