Como todo viene marchando en la vía de mis planes -no necesariamente positivos, y necesariamente temporales- mi vida es un soberano caos equilibrado de emociones contenidas y desviadas hacia caminos un tanto más onanistas que lo que deberían. Innecesariamente me veo en el dilema de volver a la casa materna, aunque de manera temporal. Es un suceso sumamente dramático, considerando que viví cuatro felices años por mi cuenta.
Pero, en vista de un plan de vida programada por mí mismo, se vuelve necesario, casi indispensable. Opciones diferentes hay, pero se vuelven necesariamente incómodas. La idea es dejar el cómodo y mediocre laburo en el Poder Judicial entre octubre y diciembre, razón por la cual debería parar en algún lado lo suficiente como para que los ahorros aguanten. La idea de ser profesor, de tener parte activa en la educación de una nueva generación, viene tomando forma cada vez con más peso en mi mente. Claro está, no soy el más capacitado ejemplo de vida para dar a un adolescente, y menos aún a un niño, pero mi esfuerzo consciente sería proponer una saludable cantidad de alternativas a la clásica utopía burguesa de casa-familia-auto-perro tan presente en nuestra sosáieti. Aunque no me guste una mierda tener que ir a vivir a City Bell. Es, en cierta forma, una cuestión de responsabilidad y de confianza en el azar y el esfuerzo mancomunado de la gente alrededor mío. El producto evidente sería mi rápido egreso universitario, y el un poco más demorado y romántico viaje alrededor del mundo. Deséenme suerte aquellos que osan entrar al blog.