Preludio
El
fuego crepita lenta y pausadamente en el centro de nuestro Salón Común. La luna
brilla consistentemente, bañando el claro con soberbia intensidad, y los
millones de estrellas se ven nítidas y titilantes sobre el cielo oscuro. Hace
frío, y es la primera noche clara en al menos una semana de tormenta, que ha
comprometido seriamente nuestra subsistencia.
La
empalizada está a medio construir. Tenemos los cimientos, y buena parte de la
estructura presentada, pero sólo eso: presentada. Una buena defensa requiere
algo más. Primero, materiales; en segundo lugar, pilares firmes desde donde
extender las murallas; luego, construcción de las paredes; más adelante, ir
colocando las torretas en los lugares estratégicos, estableciendo los puntos
fuertes, y protegiendo los puntos débiles; y luego, los adornos y refuerzos.
Finalmente, mantenimiento, e infinitas pruebas y revisiones. Si queremos
resistir, deberemos completar la estructura. Podremos sobrevivir sin los
adornos, pero no sin paredes firmes. Y los adornos nos harán la vida más fácil.
Debemos perdurar aquí, y la claustrofobia nos puede atrapar, si no mantenemos
el espíritu en alto.
Más
tarde o más temprano vendrán los ataques. Algunos, caóticos, desordenados y
descerebrados. Luego, los rabiosos, salvajes e impredecibles. Finalmente, los
inteligentes, bien planificados y más peligrosos, pues buscarán diligentemente
nuestros puntos débiles, los explotarán y tratarán de hacer caer la estructura.
Pero
primero que nada, debemos asegurar nuestra subsistencia. Mantener en alto la
moral, la disciplina y los objetivos de nuestra construcción. Una mala base, y
no sobreviviremos el invierno, nos agotaremos, nos dispersaremos, y esto
quedará en una eterna promesa incumplida, tal vez por última vez antes de
morir, antes de que el tiempo nos arrastre por mera inercia. Para sobrevivir
debemos establecernos correctamente. El lugar es muy importante; debe tener el
adecuado balance entre recursos disponibles y explotación. Irnos a un lugar
enteramente salvaje e inexplorado seguramente nos causaría la muerte. Debemos
asegurarnos bien los suministros, las estructuras, y mantener el avance,
debemos conocer tanto las posibilidades del lugar como los límites de nuestras
propias habilidades y capacidades, para saber explotarlos sabiamente y no
perdernos en la selva. Debemos organizarnos para no desperdiciar el esfuerzo,
pues el agotamiento mismo nos llevaría al colapso total.
Una
vez que aseguremos nuestra subsistencia ante el ambiente, deberemos defender nuestro
lugar de amenazas externas.
Los
primeros ataques se pueden resistir con cierta facilidad, y si nuestras paredes
son lo suficientemente sólidas y usamos bien la cabeza, no debería haber
ninguna baja, ni ningún contratiempo perceptible. Si hacemos las cosas bien,
estos primeros ataques podrían no llegar nunca, pero aún de llegar, hasta
podrían ser beneficiosos, pues nos levantarían la moral, nos divertirían.
Los
segundos asaltos requerirán más pericia, reflejos rápidos y serenidad.
Inteligencia e información, recuperación del terreno, y establecimiento de
puntos fuertes bien definidos hacia donde desviarlos. Podemos vencerlos por
agotamiento si mantenemos la calma y sabemos cuidar nuestras flechas,
aprovechándolas al máximo. Si nos desesperamos, y no hacemos las cosas bien,
perderemos todo, y no podremos sobrevivir el invierno. La estructura caerá y
arderá, y nuestro brillante mundo desaparecerá para siempre. Si dejamos puntos
débiles demasiado obvios, tendríamos demasiadas bajas aunque pudiéramos ganar la
batalla. Un segundo o un tercer ataque de esta naturaleza nos debilitaría
considerablemente, si no sabemos y no podemos rechazarlos por completo.
El
tercer asalto es el más difícil de resistir, pero nos deja en una situación
ambigua. Tal vez podamos persuadir a los atacantes de dejarnos en paz, o huir,
y empezar de nuevo, con la experiencia acumulada por el fracaso, si
sobrevivimos al invierno. El problema del tercer ataque es que probablemente
desafiará nuestras mejores perspectivas, y eventualmente, podría hacer que nos
arrepintiéramos de haber construido defensas en primer lugar, porque
terminarían obrando en contra nuestra. Los atacantes inteligentes podrían
explotar nuestras debilidades menos obvias, entrar por los costados,
desarmarnos, y luego usar nuestras propias armas para perseguirnos. La
sutileza, la prudencia, la agudeza mental, la disciplina y la previsión deberán
obrar en nuestro favor. Pero también nuestra capacidad de improvisar, y la
posibilidad de hacer una retirada aparente para volver a reclamar lo que
construimos nosotros mismos. Podemos anticipar muchas cosas, pero no todo, y
debemos estar preparados para todas las eventualidades. Conocer el terreno
mejor que nadie, usarlo en nuestro beneficio, atacar nosotros primeros cuando
percibamos la amenaza, ocultarnos, y utilizar la sorpresa. Poder sobreponernos
a las bajas y al daño, y tener el tiempo a nuestro favor, no en nuestra contra.
Si
logramos todo esto, luego la comunidad funcionará autónomamente. Podremos
ampliarnos, y tal vez salir a explorar otros terrenos, mejores o tal vez sólo
diferentes, pero podremos cubrir más territorio, y crecer. Podremos comerciar
con otras comunidades fuertes, e incluso ejercer el liderazgo, si es posible y necesario.
Podremos compartir el secreto de nuestro éxito, y no temer futuros ataques,
aunque éstos se produzcan. Podremos trascender el tiempo, o al menos nuestra existencia
inmediata, y forjarnos un futuro hoy, cuando toda esperanza parece perdida.
La
labor no es fácil, pero no tenemos otra opción. Nadie vendrá a rescatarnos, no
podemos confiar en que las autoridades nos salven, nos mimen y nos cuiden. En
el mejor de los casos, el poder nos ignora. En el peor, nos odia, y en intermedio,
nos teme. Eventualmente, ya no le tendremos miedo, pero para eso tenemos que
trabajar, disciplinarnos, y armarnos. Mañana, el poder será nuestro peor
enemigo. Hoy, la desesperanza y la pereza. Ayer, el hambre, que puede volver a
ser nuestro enemigo. Esto no es un trabaj
La
noche está llena de sonidos: insectos, pájaros nocturnos, viento, y los
quejidos usuales de las noches de hoy en día. Hoy estamos en el bosque antiguo
y poderoso. Detrás, a lo lejos, pero demasiado cerca en nuestro pensamiento, el
desierto interminable. Mucho más atrás, la seguridad de la ciudad, que tuvimos
que abandonar porque ya no podía sostenernos. Delante nuestro están las
montañas bajas y suaves, cubiertas de hielo y nieve. Nuestro lugar, y nuestro
futuro, están aquí. Sobreviviremos.