Dra. Cristina Fernández de Kirchner
Presidenta de la República Argentina
Estimada señora presidenta,
soy uno más de los millones de argentinos a
los que usted gobierna. Mi nombre es Esteban Ruquet, tengo treinta y un años, y
soy profesor de Literatura en escuelas secundarias públicas de la Provincia de
Buenos Aires y de la Capital Federal. Como usted, soy platense y, también como
usted, estudié en la UNLP. Soy un producto de la Educación menemista, del
modelo neoliberal del Banco Mundial y el FMI, pero trabajo arduamente para que
mis estudiantes no tengan el mismo tipo de educación que se impuso en mi
generación: despolitizada, apática, excluyente.
Yo tuve la suerte de que mi madre haya sido de
una gran lucidez, y nos haya inculcado a mi hermano y a mí el compromiso
político necesario para intentar cambiar las cosas, aún desde nuestro pequeño
lugar, por lo que desde la secundaria siempre estuvimos intentando ayudar a
nuestros compañeros desfavorecidos, en nuestro caso intentando con escaso éxito
remontar un inexistente Centro de Estudiantes, y conformándonos con al menos
pagarles los boletos a los compañeros que no tenían dinero. Él también es
docente secundario, pero de Biología, y también pertenece a la misma
Universidad.
Sé que no soy nadie importante. Uno más de los
miles de docentes jóvenes en la misma situación, todos con el compromiso
explícito de intentar cambiar la realidad. Nunca milité en ningún partido, a
pesar de mis ideas ligadas a la izquierda y el socialismo, fundamentalmente
porque nunca me sentí identificado con ninguno. Aún hoy, a pesar de mi enorme
compromiso político por mejorar la educación pública, sigo sin estar afiliado
ni agremiado partidariamente. Pero siento el enorme impulso de escribirle, con
la esperanza de que esta carta llegue a sus manos, y si tiene a bien,
contestarme.
Mi primera razón para escribirle, es para
darle fuerza. Debo decirle que nunca voté ni por usted ni por Néstor. Arranqué
a votar justamente cuando él asumió, y lo cierto es que no sabía quiénes eran,
pero lo hubiera votado en la segunda instancia. Sin embargo, una de las
principales razones por las cuales empecé a cobrarles simpatía fue por su
oposición, y porque veía los argumentos de quienes estaban en su contra como
nefastos en el mejor de los casos. Déjeme decirle que influyó mucho en mis
votos saber desde dónde venían: el duhaldismo, el menemismo, y eso siempre me
molestó. Todavía no comprendía bien el peronismo.
Pero los argumentos de quienes están en contra
de usted (principalmente) siempre me parecieron aborrecibles: la chicana
barata, el odio desmesurado, el desprecio ante su condición de mujer como si
eso fuese algo significativo. Vi el desmesurado odio de la clase media
aspiracional hacia las clases bajas, el miedo a las villas transformado en un
clasismo despreciable y horroroso del que piensa que “son todos chorros”, sin
conocer el asunto.
Doy clases en Villa Catella, y conozco la
mano. Sé que el villero es fundamentalmente el laburante, el obrero, la mano de
obra barata de aquellos mismos que los desprecian y los tratan de vagos
mantenidos por el estado, cuando no de delincuentes. Esas mismas personas son
las que la atacan por ser mujer. Esas mismas personas a las que les molesta que
sus políticas sean inclusivas, que odian la Asignación Universal por su
carácter redistributivo, que le temen al color de la piel. En Catella vi con
mis propios ojos la utilidad de la misma: chicas que eran madres a los quince
años terminando el colegio. Chicos villeros creciendo para volverse bomberos,
para salvarle la vida a las mismas personas que los desprecian. Una oportunidad
para mejorar.
Son la ignorancia y el odio los que hablan del
otro lado, pero creo que usted ya lo sabe. Aunque no la haya votado,
Presidenta, sepa que estoy con usted. Que la defiendo siempre que puedo frente
al odio y la estupidez, desde el diálogo y desde la enseñanza.
Esto me lleva al segundo motivo y es que estoy
preocupado. Aunque nunca la haya votado, lo cierto es que siempre me sentí
seguro cuando ustedes estuvieron en el gobierno. Durante sus gobiernos estudié,
trabajé, me casé, y fue concebido mi primer hijo, que nació en agosto. Pero
estoy preocupado, porque el odio, la ignorancia y la pelea incesante que contra
su proyecto han emitido los medios, hoy tienen una herramienta, y es que su
gobierno se acaba. Los candidatos favoritos me dan miedo.
Y es que representan a esa oposición de la que
hablamos antes. Representan a los grupos privilegiados, a los núcleos de poder
fáctico, a aquellos que odian cualquier tipo de integración latinoamericana. Y
este es otro de los puntos que me llevaron hacia simpatizar con su gobierno: el
acercamiento real a los países sudamericanos y latinoamericanos, su coraje para
enfrentar y poner freno a la potencia imperial norteamericana, hacia el
neoliberalismo capitalista del Banco Mundial y el FMI, hacia la “fina Europa”,
que nos ve a los latinoamericanos como populistas colonizados, y que nos tratan
como muchos de nuestros compatriotas a nuestros países hermanos: con desprecio,
con odio, con miedo.
Tengo miedo por el proyecto continental. Tengo
miedo de que quien continúe en el gobierno ponga un freno a la integración
regional, y se baje los pantalones frente al poder internacional. Tengo miedo
de que se alejen de los Correa, los Maduro, los Rousseff, los Morales y los
Castro, y vayan a golpearles la puerta sumisamente a los Obama y los Merkel, a
los poderes financieros, y al pensamiento imperialista, y vendan la Argentina
al mejor postor.
Por todo esto tengo miedo por el futuro, un
futuro en el que crecerá mi hijo. No quiero que él tenga la misma infancia que
yo, no quiero que pase la infancia en una Argentina apática, apolítica,
colonizada. Quiero que tenga un futuro brillante, un futuro como el que pareció
vislumbrarse desde su gobierno. Quiero que no se avergüence de ir a una escuela
pública, ni que esté en desventaja con respecto a nadie. Quiero que tal vez él
pueda cumplir mi viejo y ya casi abandonado sueño infantil de ser presidente.
No quiero que miremos al pasado y su gestión como una época dorada en la cual,
con todos sus problemas, la Argentina miraba para adelante. Quiero que el período
que compartieron con Néstor no sea otra cosa que un inicio, el principio de una
Argentina fuerte, independiente e integrada a la Patria Grande que defendía
Ugarte.
Finalmente, estaba impulsado a escribirle para
darle las gracias. Darle las gracias por muchas cosas, pero sobre todo por
demostrarme con argumentos que estaba equivocado. Gracias a usted por hacerme
ilusionar con una Argentina distinta, y permitirme vivir en ella. Gracias por
incluir a mis amigos homosexuales y transgénero en la plenitud de derechos
progresivos a las que se vieron sujetos durante este gobierno. Gracias, y
discúlpeme por estas palabras malsonantes pero no puedo permitirme eufemismos
en este tema, gracias por poner en cana a los milicos genocidas, esas mierdas
humanas que masacraron y torturaron a sueldo de los mismos poderes que usted
combatió. Gracias por Latinoamérica unida. Gracias por revivir la política y la
discusión, porque aunque no acuerde con todas las políticas que ha tomado, sí
puedo decirlo en voz alta, y puedo defender también lo que considero que ha
hecho bien. Gracias por permitirle a muchos amigos míos conseguir trabajos
dignos y en blanco, aun cuando no la conocen y en muchos casos no lo aprecian.
Recuerdo mi adolescencia. Recuerdo mi época
universitaria, cuando yo era el único de mis amigos que tenía un trabajo medio
digno. Recuerdo tener que ir a comer a la casa de un amigo para que éste
pudiera tener un poco de comida en la mesa, porque a pesar de haber terminado
el secundario a los 18 años, no podía conseguir ningún trabajo. Ese amigo mío
hoy tiene casa propia en La Plata, y es un trabajador industrial. Le doy las
gracias por él, porque él nunca se las dará.
Gracias también por la cultura y la memoria.
Por modernizar las bibliotecas escolares con las que trabajo, por generar las
mismas escuelas en las que trabajo, que antes no existían, y que le permite a
los pibes tener un mejor futuro. Gracias por permitirme darme el lujo de
renunciar a un trabajo que no me satisfacía y permitirme trabajar de mi vocación,
que es la docencia. Podría seguir dándole las gracias eternamente por la enorme
cantidad de aciertos que tuvo el gobierno, pero me voy a contentar con uno:
gracias por demostrar que su poder tiene límites. Que uno puede oponérseles a
los poderosos y salir airoso. Que ningún medio ni poder financiero puede tirar
abajo un gobierno democrático, popular e inclusivo. Gracias por sentar el
precedente, y hacerme pensar que un futuro mejor es posible.
Queda mucho aún por hacer. El poder financiero
aún está lejos de ser vencido, y la desigualdad aún existe en el mundo. Pero le
estamos dando pelea desde todos lados. Como le he dicho antes, no soy nadie
importante en mí mismo. Soy apenas un docente joven que trata de educar a unos
sesenta pibes por año, desde mi pequeño espacio escolar: no tengo poder real,
ni me sobra el dinero, ni tengo el suficiente capital cultural como para que mi
voz sea oída más lejos que mi entorno inmediato, pero con eso solo, usted me
hizo sentir importante. Me hizo sentir parte de un colectivo mucho más grande,
interminable, de gente que quiere lo mejor para el país. Y que mis sesenta
pibes por año no están solos, sino que tienen muchos compañeros en la misma
situación. Y que uno de mis principales aliados, un ejemplo de lucha a seguir,
fue alguien a quien no voté, y con quien no contaba, pero a quien no puedo
concebir fuera del gobierno sin miedo por el futuro.
Porque cuando hay esperanza, hay miedo de que
esa esperanza se acabe. Porque cuando uno quiere a alguien, lo que teme es que
se vaya. Y aunque no sea una persona individualmente importante, mi principal
compañera aún hoy es presidente de la República que tanto orgullo y tanta
tristeza me da, pero ya no vergüenza. Fuerza, presidenta, que la admiro
infinitamente, y quédese tranquila, que lo que han iniciado va a ser muy
difícil de parar, porque gente como yo va a pelearla con uñas y dientes para
que no se acabe. Gracias, compañera Cristina, de mi parte y de la de Nicolás.
En él está la llave del futuro del país, y fue concebido durante su gobierno, y
voy a hacer todo lo posible para que la recuerde a usted, y porque conozca lo
que hizo Néstor también.
Un fuerte abrazo
Esteban Ruquet
DNI
31.073912
Buenos
Aires, 26 de Octubre de 2015