Interludio (1)
El
Sol brilla en lo alto del cielo, después de varios días de temporal. Se acerca
el invierno, como una promesa de muerte prematura, y un peligro más palpable
para nuestra comunidad que la muerte caminante que ronda las ciudades y campos
aledaños. Hemos elegido este lugar, de inviernos difíciles y pasos peligrosos,
por su relativo aislamiento y relativa disponibilidad de alimentos, pero
sabemos lo complejo que será pasar los tres meses de frío e inactividad. Hoy,
más que nunca, se revela la importancia de la comunidad por sobre el individuo.
Dos
de los nuestros vuelven a caballo, mojados de sudor, con los arcos prestos, con
cuatro perros corriendo cansados y un jabalí empalado en una vara gruesa y
afilada. Lucen agotados pero felices, ya que es el tercer jabalí que cazamos en
una semana. Nos preocupa el hecho de que, sin seres humanos para controlar la
población, sea finalmente una amenaza mucho más seria para los bosques y la
fauna local, además de haber invadido varios de nuestros cultivos. Sin embargo,
son una buena fuente de alimentación. Otros dos de nuestros cazadores traen
media docena de conejos, otra especie peligrosa tanto para cultivos como para
la flora y fauna locales.
Sin
embargo, tras el sudor y la alegría evidentes por una jornada productiva,
también se hace evidente cierta preocupación en sus rostros, por no decir miedo.
Algo no va como debería, o tal vez sí, pero no como nos gustaría.
-Encontramos
muchas huellas de puma mientras perseguíamos una manada de ciervos colorados, y
hacia el sur están desapareciendo muchas vacas y ovejas asilvestradas. No
sabemos si también (ojalá) sean los pumas, que están recuperando territorio, perros
salvajes o si se trasladó un grupo de muertos, o si, más peligroso aún, llegó
un grupo de seres humanos.
”Si
hay pumas, es relativamente fácil. Hay que cuidar a los chicos, y no dejarlos
solos, porque no van a atacar a un adulto a menos que estén desesperados o
protegiendo a sus cachorros. Si son perros, supongo que aún nos recordarán lo
suficiente como para acercarse, y no se habrán vuelto como lobos. De última,
tenemos nuestros propios animales para mantenerlos a raya.
”Si
son muertos… la cosa se complica, pero al menos tenemos la certeza de que
podemos acabarlos sin temor a que se reproduzcan. No creo que sea un grupo
grande, o ya lo habríamos visto cuando peinamos la zona, pero aún un pequeño
grupo puede meternos en problemas serios. Recomendamos, igual, que se mantengan
en zonas de máxima visibilidad, y no se internen solos a los bosques. También
recomendamos que, si salen de la empalizada, vayan bien armados y lleven
armadura de cuero. De ser posible, a caballo.
”Si
es más gente… va a ser complicado. Mejor prepararnos para un posible
enfrentamiento armado, por si acaso.
Las
palabras preocuparon a la comunidad. Aún no hemos terminado de preparar las
defensas, y la empalizada es bastante precaria como para resistir para un
asalto armado. Aún tenemos muchos medicamentos, y nuestra producción de
alimentos, gracias a que una de los nuestros sabe bastante acerca de ello y
puede experimentar aún más (tiene un grado universitario y dos posgrados en la
materia), está teniendo un excedente, necesario para sobrevivir el invierno,
pero a todas vistas insuficiente. Somos un objetivo válido para
una rapiña, y no sabemos nada de cómo pueden ser los demás grupos.
No obstante, nuestra comunidad es considerablemente más fuerte que sólo un grupo de
desesperados. Estamos organizados, tenemos planes, y somos numerosos. Por
lejos, el grupo más numeroso de supervivientes que hemos conocido, si bien
insignificante en otros tiempos. Además, conocemos el territorio, y todos estamos
entrenados y experimentados en supervivencia por el largo tiempo que ha pasado
desde el primer golpe. Hemos sobrevivido a una marea de muerte, y todos y cada
uno de nosotros se afiló y endureció en el proceso. No somos la gente blanda y
plácida que fuimos.
Nuestras
manos tienen callos del arado y la pala. Nuestras piernas y brazos son músculos
bien desarrollados. Tenemos la piel bronceada por el sol, los miembros ágiles,
las voluntades férreas, y los espíritus maduros. Hemos atravesado un infierno
para llegar aquí, y eso ha dejado marcas profundas y heridas incurables, pero
podemos vivir con ello.
Nos
juntamos todos, salvo los dos vigías designados a la atalaya, en la sala
comunal, a comer y compartir la compañía. Por aquí y por allá, conversaciones
sobre temas prácticos y no tanto. Por allí, nuestra especialista con su bebé y
su hermana, charlando acerca de un nuevo procedimiento que ingeniaron para
reemplazar las latas de conserva. Por allí, una mujer mayor charlando con uno
de los cazadores acerca de la fabricación de vidrio. Por otro lado, un grupo de
varias personas comentando el avance lento de la empalizada.
Terminamos
la cena, y nos acercamos al narrador que empieza a convocarnos a todos, y vamos
con instrumentos en las manos. No sabemos qué nos espera mañana, pero esta
noche, tenemos la certeza de música y de una historia bien contada.