jueves, 17 de octubre de 2013

Fantasía heroica y colonialismo cultural



En los tiempos que corren, no es demasiado arriesgado asegurar que vivimos en una sociedad profundamente colonizada culturalmente por las culturas hegemónicas centrales. Nuestras teorías académicas provienen del (mal llamado) primer mundo, particularmente de Europa occidental, especialmente Francia, Inglaterra y Alemania, y asimismo también del principal poder económico y cultural que haya conocido la historia: ni más ni menos que los Estados Unidos. Estos países han  creado una red de referencias sutiles y no tanto que se han expandido por todo el mundo conocido.
Asimismo, nosotros, como cultura hija del mestizaje, poseemos una enorme dosis de cultura europea medieval y antigua, en mucha mayor medida que indígena, en el punto en que en nuestros mismos programas de estudios históricos le damos prioridad a Europa y Asia Menor. En este sentido, es importante tener en cuenta que todos en América sabemos qué fueron las cruzadas, pero muy pocos sabemos de los conflictos armados entre mapuches y quechuas del Tawantisuyu, que terminó en tablas. Todos sabemos (más o menos) quién fue el Rey Arturo, Merlín y los Caballeros de la Mesa Redonda, y sólo una minoría conoce la leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo.
La aculturación, durante un choque de culturas, si no inevitable es como mínimo altamente frecuente. Como prueba tangible del predominio cultural de Europa Occidental dentro de nuestro universo de referencias se hace evidente en el mismo lenguaje común de todo Latinoamérica, o en la religión prioritaria de todo el Hemisferio Occidental; y se hace aún más evidente con los mecanismos masivos de comunicación, y los aparatos productores de cultura de masas.
En este sentido, una resistencia romántica con los supuestos “valores” patrios se vuelve fútil e ineficiente. Carecemos de los mecanismos de poder necesarios para lograr una penetración profunda en los centros de poder cultural, a diferencia de lo que tienen éstos para con nosotros, y ni hace falta mencionar que nosotros ya utilizamos los universos referenciales de los bloques hegemónicos, a los que adicionamos nuestras propias pautas. Por esto mismo, negar la influencia europea y norteamericana resulta inútil y contraproducente a la vez: no tenemos fuerza suficiente, y tronchamos nuestras propias culturas al extirparles algo que ya poseen.
Sin embargo, alguna clase de alternativa, y de resistencia cultural se vuelve imperativa, si no queremos estar condenados para siempre a la periferia cultural, deseando haber nacido en el Primer Mundo.
Para esto, podemos tomar nota de otras culturas ampliamente exitosas en su sostenimiento actual, como son las culturas de oriente lejano, o incluso los orígenes mismos de la cultura norteamericana. En estos países existe una política de apropiación cultural de valores ya considerados universales, y el trastocamiento de los mismos para darles una enorme influencia propia y transformarlos en parte de la cultura hegemónica, acumulando capital cultural (para usar una categoría académica francesa), y ponerse en el centro de la discusión. Podemos ver fácilmente como Japón, por ejemplo, entra en el centro del universo referencial con sus productos culturales, tales como su gastronomía (el Sushi) como por sus producciones narrativas artísticas (esencialmente animación, historietas y videojuegos). Lentamente, esta apropiación funcionó: en nuestro país tenemos grandes sectores juveniles apasionados y dedicados a la exploración de la cultura japonesa, y asimismo, prácticamente todos los sectores sociales jóvenes conocen y en alguna medida aprecian productos culturales japoneses: es fácil comprobar en un aula villera cuántos más vieron Dragon Ball Z o Naruto que aquellos que leyeron a Borges o el Martín Fierro.
Asimismo, las culturas hegemónicas no son impermeables, ni su blindaje cultural impenetrable. Pero para poder resquebrajarlo hay que saber por dónde entrar. Hay que saber hacer un buen uso de sus valores y referencias comunes, y contaminarlo con nuestras propias motivaciones, historias y valores, aceptando de una buena vez que, si escribimos una novela de caballería o fantasía heroica, sus referentes centrales ya forman parte de nuestra cultura: R. E. Howard, Tolkien, George Martin y Moorcock están en nuestras discusiones diarias y son ampliamente leídos y apreciados. Nosotros ya utilizamos sus valores en la vida diaria, debemos hacernos cargo. Pero no tenemos por qué permitir que dirijan la batuta. No tenemos por qué permanecer siempre en la periferia.
Podemos generar autores propios, que manejen los códigos hegemónicos y los emergentes a la vez, mixturando y veteando la lectura sin troncharla de raíz, o intentando bodoques tradicionalistas que carecen de valor más allá del anecdótico o del "patrio". Debemos hacernos cargo de la situación, si no queremos terminar de ahogarnos en la marea de la globalización, en lugar de surfearla. Por que no podemos bajar un acorazado a hondazos, a veces debemos subirnos al barco para matar al capitán y manejarlo nosotros.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te lo laikeé en gurrís :)


Fede

Estebon dijo...

Me imagino :)

Anónimo dijo...

Este pequeño manifiesto me pareció una MARAVILLA. Digna de un Juan Sasturain, o incluso de un José Pablo Feinman, ambos conocedores hasta la médula de la cultura "universal" (en términos de industria cultural desde el siglo XX en adelante, tanto como en términos de cultura letrada europea en los siglos anteriores), y ambos productores de cultura y de industria cultural contrahegemónica y argentina a partir de mezclar estos conocimientos con el conocimiento de nuestra propia historia, una capacidad singular para desarmarla, y con sus partes más las otras generar algo nuevo, valioso, y en potencia de gran aportación a un cambio cultural/mental más amplio e importante, que creo tiene que ver con lo que este escrito apunta a que suceda. Pocos más hay para contar, al menos de su tamaño (aunque, claro, hay que tomar en cuenta la ignorancia de quien escribe), y si me preguntaran por alguien de la generación 80`s para adelante, hoy por hoy sólo conozco, de estos pagos, al escritor de "Conciencia y Voluntad".
Espero que lo que viene apunte en este sentido, y que la historia nos dé la razón. Más aún, espero alguna vez poder aportar yo mismo desde esta mezcla ecléctica pero consciente que tenemos algunos posmodernos de los que no creen que la historia terminó, pero sí que debe contarse desde un lugar más original, y a la vez referencial. A la manera de una historieta Fierro, o de un libro o programa de Feinmann, de una obra literaria a lo Ruquet,y, quien te dice, alguna vez, a la manera de un concepto pepiano...